¡Tienes que ser fuerte! ¡No tienes que llorar! ¡Tus hijos no te pueden mirar así! ¡A tu padre no le hubiera gustado verte así, ponte bien! ¡Tienes que salir adelante por tu familia! ¡La vida es bella, hay tanto por qué vivir, anímate! Éstas y otras muchas frases probablemente las escuchaste, tiempo después de haber perdido a alguien con el cual creaste un vínculo afectivo significativo.
La etapa de duelo inicia desde que nuestro ser querido fallece y sentimos su ausencia, por tanto, la tristeza, el llanto, los sentimientos de soledad y desesperanza, la angustia, el malestar emocional y en muchas ocasiones la apatía y el tedio hacia todo, pueden apoderarse de nuestras vidas, por tanto, ciertos “consejos bien intencionados” pueden tener un efecto contrario al que esperaríamos. A través de muchas de estas “frases de aliento” podemos inducir al doliente a reprimir sus emociones, incrementando su descontento e incluso haciéndole sentir culpable, cito un ejemplo, “ya no deberías sentirte así, ha pasado un año de su muerte, ya supéralo”. Cabe recalcar que con esta forma de proceder suele empujarse también a los niños a que escondan sus emociones y las sufran en silencio.
Lo cierto es que desde niños nos enseñan a reprimir, “No digas, no veas, no toques, no sientas, no seas…” y paulatinamente nos van “domesticando” hasta convertirnos en robots “educados” y “normatizados”, detrás de todo ello existen un número considerable de traumas emocionales y enfermedades como ansiedad, depresión, hipertensión arterial, enfermedades psicosomáticas y autoinmunes, entre otras. Carl Gustav Jung, un discípulo de Sigmund Freud, señaló: “Lo que reprimes te somete, lo que niegas te transforma”, desde este contexto lamentablemente negamos o reprimimos un sin número de emociones a lo largo de toda nuestra vida. En el alcoholismo o la drogodependencia, se considera imprescindible que la persona con adicción, ACEPTE su enfermedad como primer paso para su recuperación, de igual forma ocurre en otros ámbitos; cuando perdemos a esa persona que amábamos, es normal que sobrevengan una gama de emociones relacionadas con el suceso, aceptarlas y poder expresarlas es liberador, sano y reparador.
He visto cambios abismales en mis pacientes al momento en que decidieron dar el gran paso, ACEPTAR lo que sienten, externalizarlo y soltarlo. Indudablemente en muchos casos no fue fácil para muchos de ellos, debido a una lista considerable de esquemas mentales del pasado que los oprimieron durante años, en los cuales creencias como “los hombres no lloran”, “llorar es de débiles”, “yo soy de carácter fuerte”, “mis papás me formaron así”, “no puedo permitirme llorar, porque no quiero que sufran por mí” y demás, mermaron su capacidad de sentirse a sí mismos, obligándolos a permanecer en prisiones emocionales durante años.
Si estás leyendo esto y te sientes identificado, otórgate una oportunidad de sanar, busca ayuda profesional. Puedes empezar aceptando tu condición emocional y permitiéndote en este día, volver a vivir.
Por. Nelson A. Jarrín