“¿Ud. cree que voy a entenderla?… si ni ella mismo se entiende”
“Él nunca hace un esfuerzo por escucharme, es como si estuviera hablando con la pared”
¿Son familiares o conocidas esas frases?
Indudablemente, colocarse en los pies del otro, no es nada fácil. Los últimos acontecimientos ocurridos a nivel mundial que se desprenden de la pandemia, la cuarentena y el confinamiento han desencadenado de forma insidiosa fricciones en familias enteras, empezando desde la esfera del matrimonio, se ha abierto la caja de pandora de los problemas conyugales en múltiples hogares de nuestro país, las parejas se han sometido a un “conocerse otra vez”, se han vuelto a descubrir, desde un encierro obligatorio, que ha desempolvado archivos escondidos en el contexto de la convivencia.
Las formas en que miramos al mundo son distintas, cada ser humano es un universo de convergencias y divergencias, las diferencias existentes se constituyen como la impronta de la esencia que caracteriza a cada persona, los valores, principios, conceptos, creencias, esquemas y patrones de conducta comportan una variedad exclusiva de pensamientos originados en un aprendizaje previo, la mayoría provenientes de nuestros hogares de origen.
Carlos y Liliana (nombres ficticios), son una pareja que llevan un año y medio de casados, estaban hasta hace poco enfrentando una de las peores crisis que referían haber sobrellevado en el marco de su matrimonio, se inició desde los primeros días en los que tuvo lugar la emergencia sanitaria en nuestra nación.
– Haremos un pastel de chocolate y pasaremos la tarde viendo películas – mencionó Liliana a su esposo, una mañana.
En apariencia, no se vislumbraría ningún tipo de controversia a ese plan de fin de semana, pero revisemos por un momento las experiencias inherentes al “pastel de chocolate” desde sus vivencias en la infancia. Para Carlos, el hacer un pastel de chocolate, implicaba una meticulosidad en cada paso de la elaboración, su madre una mujer de reglas inderogables y estricto apego al protocolo o al manual, enseñó a su hijo que el pastel debe estar hecho en un tiempo determinado, con la combinación de ciertos ingredientes en cantidades “estrictamente” iguales y bajo ciertos lineamientos de cocina, en tal virtud, Liliana meses atrás descubrió en Carlos una máquina estricta impartiendo directrices de “cómo debería hacerse un pastel”. Para Liliana, preparar un pastel de chocolate es recordar una cocina con polvo de hornear por doquier, risas con su madre, crema chantilly en la nariz de su padre y ropa manchada de harina con olor a masa de pastel tanto en ella como en su hermano. Liliana con voz entrecortada, suspiró profundamente cuando dio inicio al relato de lo que sería el conflicto gatillante, acaecido un domingo en la cocina, suceso que conformó el desarrollo e incremento de una serie de desavenencias que tuvieron lugar en los días siguientes, episodios de gritos, irritabilidad, pleitos y demás que no habían formado parte de sus vidas, anteriormente. Carlos y Liliana antes de acudir a terapia conmigo, habían decidido cerrar todos los canales de comunicación entre sí, fue en la segunda sesión en la que tras pedirles que narren sus historias relacionadas con “la cocina y la preparación de una torta”, conocieron información relevante de la realidad subjetiva del otro.
Aunque hablamos el mismo lenguaje, el significado de una sola frase o término pueden tener distancias continentales entre lo que expresamos y entendemos, esto se aplica en cuanto al contenido vertido en la comunicación de una pareja, la construcción de nuestros léxicos alberga como lo señalé en líneas anteriores, una historia detrás de cada una de ellos. En Ecuador, gran parte de los que han escuchado, la frase: “TENEMOS QUE HABLAR” referida por él o ella, en el contexto de una relación, han asociado estas palabras con un desenlace o la ruptura de pareja, conocido popularmente también como el fatídico, “creo me va a terminar”, aunque no siempre sea así, inexorablemente la connotación dependerá en gran manera de algunos factores circundantes, sin embargo, es muy común que las personas generen ansiedad al escucharlo, con el pasar del tiempo las probabilidades de que las parejas asocien el “hablar”, como una especie de tortura o suplicio, son descriptiblemente altas.
Existe tanto por descubrir en el otro/a y la clave está en una comunicación eficaz, a veces solamente registramos una parte de la información de los pensamientos, deseos, anhelos de él o ella, engendrando incipientemente pequeños malos entendidos, o lo que yo llamo “problemas de bolsillo”, pero que con el pasar del tiempo la acumulación de esos conflictos miniatura, podría producir rascacielos de argumentos para acabar con la relación. Uno de los cinco axiomas de la teoría de la comunicación humana de Paul Watzlawick, enseña que “es imposible no comunicar y que todo comportamiento es comunicativo”. En la dinámica de una relación TODO COMUNICA, lleva tiempo por supuesto aprender a entender y comprender a profundidad a nuestra pareja, es una misión que implica compromiso y perseverancia, pero que trae innumerables ganancias en la interacción de ambas partes, lo que fijará un crecimiento potencial hacia la consecución de objetivos en común.
Por. Nelson A. Jarrín