A través del tiempo conforme han pasado los años, te das cuenta que ese “problemilla” que lo descubriste en la adolescencia no tiene mejorías y actualmente tan solo hablarlo te resulta molesto, tu pareja te ha sugerido una y otra vez, que acudas con un especialista pero tus creencias nucleares respecto a “lo que se espera de un hombre”, aprendidas por tu padre y abuelo, te encierran en una prisión mental, difícil de escapar, “es inaudito pedir ayuda”, te lo repites incesantemente y el ocultarlo se ha vuelto un hobby.
Te has prometido en la última década, centenares de veces que buscarás ayuda, el tener relaciones sexuales te ha conducido desde hace tiempo atrás en un laberinto de dolor y frustración, escuchas a tus amigas de sus experiencias de cama, más que satisfactorias, mientras tú, te sumes en una agonía de pensamientos, dudas e interrogantes en relación a “lo que puede estar mal contigo”, tan solo recuerdas las conversaciones entre tus tías y tu madre acerca de que “la mujer, que no es complaciente en la cama, será cambiada por otra”, asociando esas interminables pláticas con un sentimiento de rechazo hacia ti misma, reviviendo las carencias de afecto que se instauraron cuando niña, experimentando incesantemente aquella sensación de “nadie me va a amar”, entonces decidiste reprimir tu dolor, nostalgia o sensación de malestar vigente desde aquella primera vez en que decidiste explorar tu sexualidad.
A pesar de que actualmente vivimos en una sociedad “sexualizada y abierta”, los tabúes, la desinformación, los estigmas y temores, han cerrado el paso a una plenitud sexual, miles y millones de personas en todo el mundo viven en silencio disfunciones sexuales de todo tipo, con secuelas en varias dimensiones tanto a nivel personal, de pareja, familiar, conyugal, social y aún laboral.
En los clasificadores médicos internacionales, las disfunciones sexuales se clasifican en cuatro categorías: 1) Trastornos del deseo sexual. 2) Trastornos de la excitación sexual. 3) Trastornos del orgasmo y 4) Trastornos del dolor sexual.
Me tomaría horas hablar de cada una de ellas, el propósito medular de este artículo, es develar algunos elementos emocionales que se ocultan, detrás de un desorden sexual.
En el acto sexual intervienen algunos ingredientes que se constituyen como factores generadores de bienestar y salud en el ser humano, no obstante, cualquier tipo de alteración sexual puede afectar significativamente la calidad de vida de un individuo. Nadie sospecharía que detrás de una disfunción eréctil o una eyaculación precoz, se han almacenado recuerdos de una niñez difícil, una ansiedad latente, estrés crónico, depresión, baja autoestima e inseguridad; Quién hubiera pensado que detrás de aquella frigidez, dispareunia (dolor al tener relaciones sexuales) o vaginismo (espasmos involuntarios de los músculos de la pared vaginal que dificultan o impiden el coito), se escondan las memorias de unos padres violentos, abuso sexual, bullying, conflictos de autoimagen, escasas ganas de vivir, anorexia y una crisis de identidad.
Mientras tú lees estas líneas, hay un hombre o una mujer sufriendo en el anonimato, sobrellevando una fuerte carga emocional por sentirse diferente, incapaz, impotente, inútil o frustrado para con su pareja. Actualmente los métodos terapéuticos proporcionan tratamientos eficaces para cualquier tipo de trastorno sexual, decide romper con esas cadenas que te han esclavizado por años, busca ayuda profesional, date una oportunidad de cambio y considera los beneficios que puedes obtener en tu vida y la de tu pareja. Como seres humanos, somos vulnerables, nadie está exento de padecer cualquier enfermedad, trastorno o alteración de la salud, en cualquier momento de la vida, el primer paso es reconocer tu condición, salir de las sombras en busca de ayuda.
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” Carl Gustav Jung (psicoanalista)
Por:
Nelson A. Jarrín Psicólogo clínico y psicoterapeuta