Viviendo con Ansiedad

Imagínate por unos instantes esa ocasión en la que miraste la esperada película de terror y aquella escena en la que se te erizó la piel, saltando abruptamente del asiento, sintiendo también que el corazón se te salía y la terrorífica imagen que te persiguió hasta tu habitación, al punto que no lograste conciliar el sueño. Ahora recuerda aquel momento en la escuela en la que estabas a la expectativa de aquella evaluación para la cual estudiaste toda la noche, pero en ese momento la opresión en el pecho, la angustia, la sudoración de tus manos, el temor hacia el profesor, la presión de obtener una buena calificación y el temblor de tus piernas fueron elementos que desencadenaron que cualquier contenido estudiado, haya viajado hacia algún lugar de la galaxia, pero en tu memoria ya no estaba. Vamos ahora por unos segundos a esa situación en la que estabas frente a esa persona que tanto te gustaba, quisiste hablarle, pero tus pensamientos acerca de ti mismo o de la situación se confabularon en tu contra, fue inevitable el que te sonrojes, el nerviosismo se hizo evidente en tu voz y las palabras se escondieron detrás de una sensación incómoda de malestar y frustración, la seguridad en ti mismo se trasladó hacia aquel lugar en donde reside el olvido y probablemente el deseo de salir corriendo, ocultarte o desaparecer después de sentir que tuviste el peor despliegue comportamental en delante de la persona que tanto te gustaba, se hizo manifiesto.

Ahora imagínate los tres escenarios juntos, vividos por una persona todo el tiempo y en todo lugar, elevados cinco veces en intensidad, pues así es como vive una persona con un trastorno de ansiedad. Todos en alguna etapa de nuestras vidas hemos experimentado síntomas de ansiedad, muchas veces hemos hecho caso omiso de lo que sentimos hasta un determinado momento en que la ansiedad arruinó tus horas de sueño, el llanto se tornó incontrolable, destrozó tus relaciones familiares, así como sociales y pulverizó tu concentración y memoria en tu lugar de trabajo, es entonces cuando pedimos ayuda. Según datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) alrededor del 15% de la población mundial convive con este padecimiento y las cifras están en aumento.

El estrés tanto como la sobrecarga laboral, los problemas económicos y familiares, el desempleo, una enfermedad o discapacidad, son algunos de los múltiples factores que pueden influir en el aparecimiento de un cuadro de ansiedad, que puede tener inicio en cualquier etapa vital, desarrollándose conforme pasan los años. Una baja estima personal, autoimagen devaluada, construcciones sociales negativas sobre sí mismo y eventos traumáticos se posicionan como mantenedores de los que adolecen de un síndrome ansioso. En la mayoría de ocasiones la familia o gente cercana al no lograr entender el padecimiento de una persona que vive con ansiedad, pueden actuar sin saberlo de forma negativa, constituyéndose como disparadores del incremento de la sintomatología, esto es, intentando “ayudarles” con frases vacías tales como “todo está en tu mente”, “tienes que ser de carácter fuerte”, “mírame a mí que he pasado por cosas peores”, “deja de preocuparte por todo y vive la vida”, estas y más formas de “consejos motivacionales”,  lo único que hacen es malograr cualquier intento de pedir ayuda de aquella persona que anhela desesperadamente poder expresar su malestar subjetivo y ser comprendido por los demás.

Existen actualmente una serie de métodos terapéuticos que pueden ayudarte a disminuir la ansiedad, una vida equilibrada, dieta balanceada, la reducción del estrés, una mejor visión de ti mismo, la ACTIVIDAD FÍSICA, prácticas de relajación y bienestar, el mejorar tus relaciones familiares o de pareja, son entre otros, coadyuvantes positivos que podrán intervenir favorablemente en tu recuperación, sin embargo, un tratamiento será esencial para tu mejoría. Permítete a ti mismo, dar un paso hacia tu bienestar y solicita ayuda con un profesional calificado.

Por: Nelson A. Jarrín

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